La semana pasada no se hablaba de otra cosa en Majadahonda: Ana se casa. El jueves salimos porque el viernes teníamos que guardar fuerzas para el evento. Fuimos a cenar a un chino de la calle San Bernardino (en esa calle puedes comer comida de cualquier lugar del mundo a precios populares según la nacionalidad. México es carísimo, por ejemplo). El chino en cuestión nos lo recomendó fervientemente Pilar el día anterior en casa de Marina y, a decir verdad, tampoco salimos muy contentos. Barato fue un rato, pero Miguel se comió unos tallarines transparentes que daban muy mal rollo. En la pared había una puerta muy misteriosa, tipo estación de la isla de Lost. No la abrimos porque no llegábamos al pomo. Antes, que se me ha olvidado contarlo, habíamos estado en el Patio Maravillas, esa okupa-centro social-malasaña malasañera viendo la puesta de sol y tomándonos un par de litronejas de Mahou. Desviándonos de camino al chino Santi nos enseñó su futura casa y todos sentimos una pequeña envidia interior y sana. Tras la grasa del chino nos dimos un voltio hasta la plaza de San Ildefonso a.k.a. el Grial a.k.a. Sanilde. Esa plaza es el nuevo Dos de Mayo: gente bebiendo impunemente ante la mirada distraida de unos coches patrulla de la policía que deben pensar que qué pobres, que nos tenemos que divertir y NO HAY DINERO. No te dicen ni mú y tú ahí tan tranquilo, con tu roncola. Acabamos la noche en el Fotomatón. En el baño en vez de una pila normal, como de baño de bar, tienen una pila de piedra con un carril que sale de la pared. Aprietas el típico botón y sale agua. Miguel decidió que era una pila bautismal, que el Fotomatón eige que te bautices si quieres ser un cliente de los de toda la vida. Así que nos bautizamos y salimos a la pista (y a la barra) a darlo todo. Pusieron un montón de jits, por eso de que era el último día antes de las vacaciones ¡Hasta septiembre, Fotomatón Bar!
El viernes estaba ROTO, pero saqué fuerzas para ir a darme un chapuzón en la piscina de Miguel (centro de reuniones de Majadahonda hasta el miércoles que viene, que abandona el pueblo Miguel y nos trasladaremos a otra piscina) y más tarde al picnic & cumple que había NO organizado Almarcha en el Templo de Debod, que tengo que decir que también es el nuevo Dos de Mayo, esta vez sin ni siquiera policía. Extendimos una tela gigante y tiramos la comida que habíamos traido entre todos. Yo no tenía cuerpo para cocinar así que compré pan, torreznos y un par de bolsas de guarradas de picoteo (unas ruffles y un surtido con ganchitos, ruedas, bolas de queso y mis favoritas: los bacons-corteza). Además hubo: ensaladilla de Nabo (buenérrima), empanada de no se qué panadería (delicious), tortilla de Miguel (interesante y pelín sosa), guacamole de Guille (soso y bueno, todo lo que lleva aguacate está bueno), pizza fría de Henar (para el munchimunchi de después de cenar), lomo y queso de no sé quién... vamos, que nos pusimos hasta las putas cartolas de comida. Todo regado con Sandevid, una bebida que parece poco atractiva en sus anuncios y que es bien refrescante y veraniega. Henar nos contó que la versión de Don Simón es más fuerte y pega más, y que también está rica. Fue un picnic de lo más agradable, hablando de todo un poco y con unos músicos jazz tocando al lado a un volumen perfecto, sin molestar pero siempre presentes. Abrimos la botella de Hendriks que nos habían regalado a Ana, Pablo y a mí y nos hicimos unos gintonics con rodaja de pepino que ya ya... vaya lujari. Al final acabamos llegando a casa a las 3, y la boda empezaba a las 13.30...
... a las 11.15 estaba en pie. Medio dormido bajé al perro, compré dos paquetes de tabaco, me duché y me vestí. Habíamos quedado a las 12.30 debajo de casa, y estuve con esa sensación extraña que te dice: se te olvida algo. Pues hasta que no posé mi culo blanco en el autobús que nos acercaba al recinto de la boda no me acordé: se me había olvidado afeitarme... en fin, que tampoco era nada de vida o muerte, pero ya que te disfrazas, hazlo bien. Todas mis amigas iban estupendas y mis amigos bien dentro de lo que cabe ir bien a una boda siendo chico: las posibilidades son limitadas. Yo fui de ZARA, cada cosa comprada por separado. El recinto era faraminoso, aunque cuando llegamos hacía un torrao... En fin, que empezó la ceremonia (civil) que fue muy bonita y divertida. Los novios hasta se echaron unas lágrimas con unas palabras que les dijeron familiares y amigos. El cóctel fino y asturiano a la vez: mucha sidra, cerves, refrescos y pintxos tipo cucurucho de tinta de calamar con mousse de bacalao, croquetas de picantón (¿una boda sin croquetas? NO, GRACIAS), jamón a mansalva, cecinina de León, minipaelleras de risotto, foie, inocentes de queso con chocolate... vamos, miles y miles de petiscos super apetitosos. La comida estuvo también genial, con lo típico de boda de bogavantes y solomillazo. Las tartas eran muy originales, tres tartitas individuales en un plato súper elaborado con mogollón de cucaditas. Al final de la comida fue cuando se empezaron a calentar los motores de la fiesta, tras los vinos nos encendimos los puros y el café y el moscatel se mezclaron para dar otro tono. Se gritaron los sempiternos VIVAN LOS NOVIOS, QUE SE BESEN y tal y ala, a hablar todos con todos. La barra libre empezaba a las 6, y conociédonos habíamos decidido previamente que no empezaríamos a usarla hasta las 9 ó 10, porque la boda se alargaría hasta bien entrada la madrugada. Nuestra promesa cayó en un saco más roto que la dignidad de Courtney Love y a las 7 ya estábamos dale que te pego con los gintonics. Uno de los mometnos álgidos de la boda fue más o menos a esa hora, cuando nos topamos con un panel negro en medio del jardín y se nos ocurrió organizar un photocall. El resultado, resumido, es este:
Tras mearnos de risa con el photocall llegó el baile inaugural. Ana y Fer se quedaron un poco solos bailando, nadie salía a romper el hielo. Al final tuvimos que ser Sara y yo los que se animaran a salir para que se fueran uniendo otros a bailar. Dimos cuatro pasos y mi nula capacidad para los bailes de salón nos expulsó de la pista. Y de ahí ya seguimos con la celebración, que incluyó fuentes de frutas cortadas, un karaoke-actuación del novio de Entre dos tierras de Los Héroes (su grupo favorito) y bailoteos de pachanga tipo casamiento. Paulina Rubio y Shakira fueron las más radiadas, así que tampoco fue tan tremendo. Al anochecer tuvimos otro arranque photocall bastante divertido, con piedras rurales como fondo en vez de un panel. Muy chulas las fotos de Marina. A medianoche sirvieron lo que se dio en llamar la "recena", que era un cena basada en carne a la parrilla de todo tipo. Mucha grasa para coger fuerzas para la noche que nos quedaba. Al final lo dimos todo y yo personalmente me asombré de la energía que tuve durante toda la fiesta, porque yo a la mínima que me veo un poco tal me voy a un rincón y me echo a dormir. Le ocurrió a otros, PERO NO A MI. Caí rendido en el autobús de vuelta y el paseo hasta casa andando me pareció una eternidad. En resumen, una gran cosa eso de que los amigos se casen, las bodas son fiestas divertidísimas. Lo que pasa en una boda, en la boda se queda. Hasta el año que viene, que se casa Leti.
Ayer me levanté menos jodido de lo esperado y me tragué unos episodios de 30 ROCK, mi alternativa a LOST ahora que ya he terminado con todos los capítulos. Las 4 temporadas en dos semanas, creo que es un récord del que tampoco estoy orgulloso. El tiempo libre + una serie que engancha + verano + solo en casa = VICIO. Por la tarde me quedé sopistant en el sofá y cuando me desperté Santi y Miguel me propusieron un plan que no me apetecía demasiado pero que acabé aceptando, porque era el último día de Santi en Madrid. Al final me lo pasé bien, eh... Fuimos a ver Los Cronocrímenes, que es bastante basurilla y que tiene el peor casting de la historia del cine español. Todos (son solo 4 actores) actúan mal, el que peor el propio director, Nacho Vigalondo, y la que mejor Bárbara Goneaga, que tiene unas 6 frases en toda la peli. En fin, que nos aburrió y horrorizó a partes iguales. Está hecha con desdén y desaprovecha muchas cosas en beneficio de que todo quede muy bien explicado. Bah, salimos del cine medio sobados y llegamos al Dos de Mayo. Nos sentamos en una terraza a tomar unos tintos de verano que tardaron mil en servirnos, nos comimos unas hamburguesas en el nuevo Burger King de Malasaña y a casa a dormir. Antes de dormir me tragué el último episodio de LOST, que lo había reservado para verlo tranquilamente y con la cabeza despejada. De verdad, qué serie más guay. Me morderé la uñas hasta enero como un puto fan.
Hoy no mucho, la verdad. Me he cocinado unos tallarines con cebolla, calabaza, calabacín, pimiento rojo y pollo, después piscineo en casa de Miguel y luego La Maloka, el bar de tapas más fino de Majadahonda. Hoy hemos descubierto que si te tomas la caña dentro del bar te tratan bien, pero si se te ocurre que en la terraza estarás más a gusto la camarera te odiará para siempre jamás. Hemos comentado la boda durante casi 3 horas y otra vez a casa.
Así es la rutina en nuestro pueblo: piscina, cañeja, casa.
P.D.: Ayer se quemó el campo que hay debajo de mi casa. A pesar de oir los helicópteros, me entró una paranoia y creía que se estaba quemando mi portátil.
SZA sueña despierta en la flotante ‘Kitchen’
Hace 1 hora
3 comentarios:
qué crónica más chula
qué ganas de boda. pero no hay bodas a la vista. y a mí no me miren.
¿Que se ha quemado el campo de abajo? Joder, nunca dura más de un año, que desgracia!!
crossing the line!! veo que habeis entrado en el patio maravillas. ¿qué tal?¿es como te lo esperas?
me encanta que la tortilla de Miguel sea INTERESANTE Y SOSA.
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