Enfadarse y reclamar a veces tiene su recompensa. Los de Orange vienen mañana a ponernos todo. Por fin tendré ADSL, wi-fi, canales temáticos y todas esas cosas imprescindibles para la vida moderna. Yo era muy de genio y de enfado, pero hace un tiempo decidí que enfadarse era una pérdida de tiempo y de salud, que me daban ansiedades y que casi nada merece la pena tanto como para entrar en cólera, dejarse de hablar con alguien o estar de morros todo el día. El problema viene cuando esta actitud, que al principio tenía que controlar, la asumí. Creo que quizá ahora soy más pusilánime, y sobre todo más tonto y vago a la hora de luchar por lo que me pertenece. También he dejado de tomar decisiones si éstas van a ser causa de broncas, enfados o malas caras. Paso de vivir así. Pero reconozco que a veces (y últimamente lo siento más) tengo ganas de saltar y poner los cojones sobre la mesa y plantarme y defender lo que quiero. Y lo que quiero cambiar si de verdad empiezo a defender mis intereses es el tono y las formas. No gritar y hablar de forma correcta. Cuando les canté las cuarenta a Orange, lo hice sin decir ni un solo taco y sin levantar la voz. Fue un poco forzado, pero con un poco de práctica lo conseguiré. Se trata de naturalizar formas de hacer para que acaben saliendo sin esfuerzo. Es aprendizaje, me imagino.
Esta mañana Marta se ha quedado dormida y he llegado tardísimo al trabajo. Entre esto y el horario reducido por San Isidro trabajo menos que el agente de Karina. Hoy he llegado casi a las 10 de la mañana y a las 14 estaba saliendo por la puerta del edificio de colores en el que trabajo. Y con 40 minutos de descanso. JA! En el descanso nos hemos ido a los juzgados porque una compañera había quedado con una que trabaja ahí (y que al final no estaba) Aparte de los controles de seguridad, un juzgado real es lo menos parecido a un juzgado de película. Es lo que tiene el realismo, que es ficción. Ahí había colas, abogados pasando de todo, máquinas de comida a preciso populares, fotos de etarras buscados por la justicia... Vamos, que una decepción, porque yo nunca había entrado a unos juzgados y ha sido un rollo. Hemos estado hablando de movidas judiciales (como si tuviéramos idea de algo) y me he acordado de aquella vez que entraron por la noche en los juzgados de Majadahonda y misteriosamente desaparecieron todas las causas abiertas contra un líder de la ultraderecha española muy conocido.
Hoy es martes y 13, y esta todo el mundo que si mala suerte, que si nada sale mal, que por eso está el tiempo como está... gilipolleces. Si uno pone de su parte, todo puede salir bien (casi siempre) Por ejemplo: si hoy hubiera llamado a Marta antes, habría llegado a tiempo al trabajo, pero como me he quedado plantado esperando, pues he llegado tarde. Otro ejemplo: si Alber ha estudiado para su reválida, la aprobará. Y desde aquí le deseo mucha suerte y que no se ponga nervioso y que le salga muy bien. Que vaya rollo hacer esos exámenes, menos mal que yo no tuve nada de eso, ni proyecto final de carrera.
Hemos rapado al perro... pobre. Se puede ver una foto en mi fotolog. Le rapamos 3 veces al año y siempre se agobia mogollón, a pesar de estar mucho más guapo y sobre todo mucho más limpio. Yo creo que estar limpio no le gusta, al fin y al cabo es un perro. Nunca pone pegas, pero esta vez al parecer no se dejaba y les ha costado más de lo habitual. Una de las cosas que más le traumatizan es que la gata no le reconoce y pasa de él. La gata es un año mayor, y desde siempre le ha tratado como una especie de hijo, aunque por su culpa dejara de ser el centro de atención. Todo esto derivó en un odio paranoico de la gata hacia los seres humanos y una necesidad de amor del perro desproporcionada.
Ay, los animalitos.
martes, mayo 13, 2008
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2 comentarios:
Poor Bruno...
el gran dicho popular que a mí personalmente me enerva: CUANDO TE ENFADAS TIENES DOS TRABAJOS: ENFADARTE Y DESENFADARTE. Por cierto, curiosa conjetura causa-efecto sobre el puto examen de grados: habiendo estudiado, me he quedado con las ganas. Qué asco de examen. Odio depender de la suerte hasta ese extremo.
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